Después de tanto navegar sobre ruedas yacía allí siniestrado o encallado como el Arca de Noé en la florecida montaña de Ararat cuando comenzaron a descender las aguas.
El Hombre, hecho cadáver a causa del enfisema pulmonar estaba allí, libre de humo sin embargo, como resucitado por la inconmensurabilidad de las flores.