Un
marino francés de nombre Bellín se varó en una isla remota e ignota y como
pasaban los años y nadie venía a socorrerlo, exclamó una noche todo lleno de
angustia e incertidumbre “ya que Dios no me saca de aquí que venga el Diablo y
lo haga”. Minutos después dijo que vio
una forma de nariz roma echando humo y
fuego por los ojos, los pies como grifo y la cola como la de un murciélago, las
piernas propias de un hombre, el cabello negros y dos cuernos. Horrorizado despertó a su compañero y ambos
armados de una cruz corrieron por toda la isla hasta la extenuación y ya más
nunca sintieron sino una paz muy profunda.
Se sentían liberados.