domingo, 17 de marzo de 2013

Pintura premonitiva


Creo que el ser humano sin darse cuenta, deja testimonio anticipado de su muerte, porque de lo contrario, aquél joven inquieto, fluido, artista desgarbado, no habría pintado de negro con una cinta blanca terciada aquella tabla, antes de abordar el automóvil que dio vueltas mortales de regreso del lugar a donde fue a una diligencia muy particular.  Se llamaba, Óscar, y había planificado conmigo una oficina de secretaría para servir a necesidades parroquiales.  Aquella tabla era para el anuncio y, créanme, el mismo día y a la misma hora desperté sobresaltado al ver en sueño aquel trágico accidente que me dejó sin el amigo.

domingo, 10 de marzo de 2013

De alguna manera te avisaré de mi muerte una semana antes de que ocurra.

A Olimpo Lanz

Así me dijo mientras degustábamos la bebida espirituosa en el bar de la terminal de pasajeros del aeropuerto, rodeado de altos jerarcas policiales de la ciudad que le despedían luego de una visita de coordinación.  Físicamente no había cambiado mucho, sólo que no vestía la camisa deportiva abierta para lucir el pecho con la cadena de oro colgando del cuello que tanto llamaba mi atención cuando nos encontrábamos en el alero de aquella casa humilde de la calle Carabobo donde residía mi novia que tú, reprimido, habrías querido cortejar.  Hablamos casi a sottovoce de aquel pasado juvenil que seguramente sorprendió a aquellos pares tuyos de la policía.  ¿Por qué siguiendo esa carrera tan de riesgos en un lugar fronterizo como Maracaibo?  Su sonrisa escéptica, pero sin dejar de ser tierna, esbozó estas palabras: "No te preocupes, amigo, me se cuidar,  pero en todo caso sabrás de mi muerte de alguna manera una semana antes de que ocurra" y así ocurrió cuando una mañana muy temprano conducía mi Opel Record alemán.  De repente en vía de cruce un autobús se detuvo y de él bajó apresurado su trasunto vestido con camisa sport y cadena dorada.

viernes, 8 de marzo de 2013

Sacudida fantasmal

Contigua a la casa de mi madre permanecía solariega desde la muerte de su dueña la casa de Tía Victoria.  Un día de asueto en el que deseaba la soledad para disfrutar un libro  de Giovanni Pappini, abrí el inmueble y colgué un chinchorro en la sala principal para concentrarme en la lectura de uno de sus capítulos que a la larga me dejó dormido, pero no tan dormido, pues de repente desperté en medio de una fantasmal sacudida que casi me lanza contra el piso.

domingo, 3 de marzo de 2013

El asombroso vuelo de la psiquis




Los dos éramos los únicos pasajeros de la pequeña aeronave monomotor que surcaba los cielos.  Ella, libretista de radio y televisión, viajaba a mi lado ensimismada en una carta muy tierna que le escribía a su hijo de siete años que quería ser capitán de grandes y modernos aviones.  Años después estaba yo de pie como periodista en la terminal del aeropuerto atento al aterrizaje de un jet cargado de turistas que hacía escala con destino a la Laguna de Canaima.  El capitán, un joven apuesto, bajó de último por la escalerilla y caminó derecho hacia mi como atraído por un imán.  Sin conocerme ni conocerlo yo a él, se puso a conversar, me confesó su afición por la escritura y cómo quería escribir un cuento ambientado en el misterio edénico de Canaima y no se porque en ese instante estalló en mi mente el pasaje de la madre que le escibía una carta a su niño que quería ser piloto.  De seguida me preguntó con suma curiosidad cómo se llamaba.  "María Antonieta Gómez" -le respondí y a él se les iluminaron los ojos con inefable asombro:  "¡Ella es mi madre!!!"