El glaucoma implacable se comió los ojos de Roberto Briant. Un anciano del sector lo atribuyó a la maldición de un Pastor evangélico. El mismo que predijo la incineración del chalet de El Caballo Negro una noche terriblemente oscura alumbrada por el relámpago de las llamas. Decía el mismo anciano que en el chalet no sólo ofrecían licores y hamburguesas, sino que se practicaba la filosofía del hedonismo.
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