Este
pueblo ribereño del Orinoco era tan solo que el obispo Antonio María Durán lo
consagró como Soledad y para que no se sintiera íngrimo le puso de compañía una
réplica de la imagen de la Virgen de la Soledad que habían enterrado los
visigodos para librarla de los musulmanes en el siglo V cuando invadieron a
España.
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