Solían contar quienes vivieron los tiempos oscuros del
gomecismo que Vicencio Pérez Soto cuando vino en 1921 a sustituir a Marcelino
Torres García como Gobernador del Estado Bolívar, los notables de la ciudad lo
recibieron con una gran fiesta bailable, pero a la media noche, el General
ordenó cerrar las puertas para que nadie abandonara el jolgorio y por la mañana
se fue con todos a la plaza del Mercado y por donde pasaba tumbaba las bandejas
con empanadas y arepas rellenas exclamando “yo pago”. Al final se fue a la orilla del Orinoco y
vestido de etiqueta se zambulló en el río invitando a todos hicieran lo mismo. Después de esto, a evento festivo que
organizaba el Gobernante, las guayanesas no s daban por invitadas y sólo
acudían sus maridos. Santo Remedio para
que al militar del Tocuyo se le bajaran los humos. (AF)
viernes, 20 de abril de 2018
Los Morichales de Ciudad Bolívar
Todavía
durante los años de 1940 se hablaba de “Los Morichales de Ciudad Bolívar” y…
¿Cómo es eso si Ciudad Bolívar nunca tuvo la palma Moriche sino en su entorno
más bien muchos árboles frutales. La explicación
está en que Morichal de acuerdo con el habla del guayanés abarca la acepción de
Campo o finca campestre y eso viene porque las casas de los campos o fincas las
techaban con la palma moriche abundante en las extensas sabanas del Sur donde largos caminos de moriches se alinean
y entrecruzan. Interminables sendas de palmeras
por cuyos pies discurre el agua donde abrevan la fauna propia del medio como
también viajeros, llaneros, campesinos y desde tiempo inmemorial las
comunidades primitivas.(AF)
jueves, 19 de abril de 2018
El vicio de la Lectura
Se ha hablado del vicio de la lectura
como una moderna perversión y se ha dicho que no hay vicios más difíciles de
erradicar que aquellos que popularmente se consideran como virtudes. Entre
ellos, el vicio de la lectura. En la Angostura del pasado, la lectura era un hábito
muy arraigado, tan arraigado que Lucila Palacios habla en su Espejo
Rodante de una muchacha llamada Luisa Duarte que leía en el patio de su
casa indiferente a los proyectiles que pasaban sobre su cabeza el día en que
barcos de Cipriano Castro bombardearon Ciudad Bolívar cuando el Capitán Ramón Cecilio Farreras se pasó al bando de la Revolución Libertadora. Igualmente habla de su padre Timoteo Carvajal
que iba a la guerra acompañado de un baúl lleno de libros.(AF)
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