Se ha hablado del vicio de la lectura
como una moderna perversión y se ha dicho que no hay vicios más difíciles de
erradicar que aquellos que popularmente se consideran como virtudes. Entre
ellos, el vicio de la lectura. En la Angostura del pasado, la lectura era un hábito
muy arraigado, tan arraigado que Lucila Palacios habla en su Espejo
Rodante de una muchacha llamada Luisa Duarte que leía en el patio de su
casa indiferente a los proyectiles que pasaban sobre su cabeza el día en que
barcos de Cipriano Castro bombardearon Ciudad Bolívar cuando el Capitán Ramón Cecilio Farreras se pasó al bando de la Revolución Libertadora. Igualmente habla de su padre Timoteo Carvajal
que iba a la guerra acompañado de un baúl lleno de libros.(AF)
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