El Juez dio un golpetazo con el martillo y la sentencia condenatoria quedó hecha contra el inocente que sólo quedó en libertad cuando después de varios años se descubrió el ADN.
Hola, Falopio, qué tal, he tardado cinco minutos en llegar hasta aquí excitado por el deseo de fecundizarme para trascender y ver qué pasa allá afuera.
El hombre caminaba hueso en mano para ofrecerlo al primer perro realengo que viera, pasaron varios y a ninguno se le antojó el hueso. Un perro de familia bien cuidado, y bien alimentado por supuesto, fue el de la ironía. Al parecer era el hueso de sus sueños.
Nunca una liebre se retrató en su retina sin caer fulminada por el veterano de la cinegética. Sólo una pudo salvarse al asumir la astusia de Tío Conejo.
Este era un cochino que tenía el rabo escondido para aparentar lo que no era hasta que llegó un señor llamado Urraca y le soltó un toletazo por la cabeza.
Pedro se acostaba a las nueve de la noche y despertaba de madrugada. A esa hora iba al pozo y recibía la primera agua que era fresca y transparente. En cambio, Juan que llegaba tarde y soñoliento recibía el agua que era todo un sedimento.
Su nombre era saeta y respondía a que era un caballo muy veloz, pero el día en que su nuevo dueño apostó por él, se quedó sorpresivamente en el aparato.
Aquél señor no le apetecía otro pan que el que ofrecía, aunque a precio prohibitivo para el común de a gente, la más distinguida panadería de la comarca. Pero durante un tiempo de hambre y escasez, no le quedo otra alternativa que alimentarse con un pan despreciable que de buen hambre encontró delicioso como el mejor.
Este era una persona muy facunda que hablaba largo tan largo y extenso que al final uno quedaba en el limbo. Su otro compañero, no obstante ser tan parco, pero notablemente plástico, todo el mundo lo entendía.
El derrumbe del sistema socialista-comunista soviético a favor del capitalismo comenzó con el sacrificio espacial de aquella perrita callejera llamada Laika.
Siguiendo el adagio de su abuela, se arrimó a aquel señor frondoso, cachetón y todo poderoso, a ver que tanto lo cobijaba con su manto, pero luego de un tiempo se dió cuenta que la sombra de ese árbol frondoso y robusto no lo alcanzaba sino que lo enervaba de miedo como el fantasma que su misma abuelita le inventaba para que se portara bien.