A Olimpo Lanz
Así me dijo mientras degustábamos la bebida espirituosa en el bar de la terminal de pasajeros del aeropuerto, rodeado de altos jerarcas policiales de la ciudad que le despedían luego de una visita de coordinación. Físicamente no había cambiado mucho, sólo que no vestía la camisa deportiva abierta para lucir el pecho con la cadena de oro colgando del cuello que tanto llamaba mi atención cuando nos encontrábamos en el alero de aquella casa humilde de la calle Carabobo donde residía mi novia que tú, reprimido, habrías querido cortejar. Hablamos casi a sottovoce de aquel pasado juvenil que seguramente sorprendió a aquellos pares tuyos de la policía. ¿Por qué siguiendo esa carrera tan de riesgos en un lugar fronterizo como Maracaibo? Su sonrisa escéptica, pero sin dejar de ser tierna, esbozó estas palabras: "No te preocupes, amigo, me se cuidar, pero en todo caso sabrás de mi muerte de alguna manera una semana antes de que ocurra" y así ocurrió cuando una mañana muy temprano conducía mi Opel Record alemán. De repente en vía de cruce un autobús se detuvo y de él bajó apresurado su trasunto vestido con camisa sport y cadena dorada.
Justamente ayer recordaba a Olimpo y quise llamarte para preguntarte acerca de su muerte. Hoy quedé sorprendida cuando dijiste que habías escrito sobre él. Lo recuerdo bien, era hermoso, con su camisa abierta para reflejar su pecho blanco cubierto de vellos y su eterna cadena de oro. Casi iba a diario y conversaba con mamá más que todo, y quizás a compartir una mirada. Me he preguntado en fecha reciente, si sería pariente de Rigoberto Lanz...Es la vida que, nos permite, a los que vamos quedando, recordar a los que se despidieron o no, antes de que vayamos a seguir la misma ruta. tc
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