La diferencia
entre el Diógenes de la antigua Grecia y el Galáxico del Orinoco estaba en que el
uno tuvo refugio propio y el otro vivía en la calle y ocasionalmente dormía en
el pórtico del templo de Júpiter. Pero
ambos eran filósofos de lenguaje sabio salpicado de centelleante chispa y transcurrieron en la búsqueda de un
hombre que no fuera simplemente un animal bípedo desplumado.
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