Orión y Diana
eran cazadores de estrellas y entre los dos formaron toda una constelación que
lleva el nombre del apuesto y diestro gigante a pesar del celópata de Apolo.
Era un sapito que
deambulaba de un sitio a otro hasta que Anita lo halló en un lugar donde nunca
antes había estado y no quiso preguntarle porque la lluvia repentina respondió
por él.
Elena sintió
ayer tarde la algarabía de guacas y loros cuando buscaban sus dormitorios y más luego por la noche el
cantar de grillos y chicharras coronados hoy al amanecer con el canto de los
cucaracheros y las reinitas. Todo eso la
hizo pensar, siguiendo la tradición de los abuelos, que era bueno el día para
bucear camarones negros debajo de la Piedra del Medio.
El comediante
norteño cubría su faz con una máscara
invisible que se suponía era de hierro por no poder penetrarla los ojos del
monstruo de mil cabezas bajo cuya piel moraban las treinta niñas violadas.
Cuando Eolo
desata la brisa sobre la superficie marina, las ondas encrespadas nos trasmiten la música inefable de Orfeo
decapitado por las ninfas celosas del impoluto amor de Eurídice secuestrada en
Hades por el señor Pluton.
Los tucumurrucas
cantaron toda la noche, lo mismo que los aguaitaminos. No vi bachacos salir del bachaquero bajo la
luna brillante y como en efecto lo suponía al ver por la tarde el Orinoco encrespado, hoy ha sido sin duda un bonito día para la pesca.
Por una simple
coma gramatical intencionalmente suprimida perdía en el negocio que imaginó muy
lucrativo pues el Brujo consultado le aseveró por sobre sellado y lacrado:
“acertado no fracasarás”.
Clodomiro, vecino
de la esquina, era conocido practicante de ciertas ramas del Ocultismo como la
Magia, la Necromancia, la Cábala judía e incluso la Alquimia pues decía tener
la fórmula del elixir de larga vida.
Eran tantos los poderes secretos de Clodomiro que terminó influenciando en los poderes mismos del Estado.
Se llamaba
Ocarina y algunas veces de emergencia pernoctaba en mi apartamento. Su voz era de arcilla, dulce y musical, pero
un huevo de Oca italiana la asfixió mortalmente mientras escuchaba los sonidos
de un Oboe con partitura de Strauss.
La A y la O se
escaparon un instante del Alfabeto para
competir cuál de las dos al gritar marcaba los decibeles más altos. Obviamente la O salió victoriosa y la A
enojada por la derrota se valió de su jerarquía alfa para relegar la O al
tercer lugar de las vocales.
Todas las
mañanas Martina con sus vasijas subía el cerro donde estaba el pozo de Pedro
Regalado, luego, cuesta abajo, vertía el agua aclarada con alumbre en
la suprema piedra del tinajero de Tía Victoria.
Angie era su
nombre bautismal, pero sus allegados la reconocían como Nova porque amanecía
radiante y luminosa como la estrella hasta que la degradaba repentinamente una
tristeza que al verla daban ganas de llorar.
La joven pareja
enamorada paseaba por la orilla de un río torrentoso cuando Él se inclino para
tomar un ramillete de flores azul celeste, pero resbaló reclamado por la
corriente que sin embargo no impidió que el ramillete hendiera el aire y cayera
en las manos de la amada. Ahora
transcurre el tiempo y las flores disecadas entre las hojas de su Diario
lastiman a cada instante el amor y la memoria.
Cuando Noé ancló
su Arca en el monte Ararat y soltó de primero al Cuervo, éste no volvió
agradecido como la Paloma con un ramo de olivo en el pico, porque le habría
sacado los ojos al Patriarca
impidiéndole ver durante el resto de los 969 años de vida que tenía
pautado.
El padre es el
padre. No te rías de él aún cuando lo
veas dormido, completamente desnudo, tras larga borrachera. No te rías de él como lo hizo su hijo
Cam. Cúbrelo con un manto como lo hizo
su hijo Sem.
Todo hace
suponer que los misioneros jesuitas adaptaron la mitología griega a la
mitología indígena de Guayana. La hidra de la Piedra del Medio sería la
hidra del Lago de Lerna; el dios
Amalivaca de los Tamanacos bajo el diluvio sería el dios de Noé bajo el diluvio y la
Piedra Kueka de los Pemón, la Piedra en que fue transformada Nobie, esposa del
rey de Tebas.
Los bolivarenses
descubrieron que el carbón mineral antracita que utilizaban las máquinas de
vapor como la de La Electricidad podía sustituirse por el carbón de leña, lo
que dio lugar a una gran deforestación que provocó la sublevación de las
Dríadas transformadas en fantasmas.
El día en que
Pepita Pérez, la saga bolivarense, perdió su anillo dotado de poderes mágicos,
no pudo seguir resolviendo los problemas de su densa clientela, pero murió satisfecha al saber que al ladrón y familia lo arruinaron los
males ocultos en le Caja de Pandora.
Alemanes venidos
a Guayana después de Humboldt creían que el tesoro de los Nibelungos que nunca ellos encontraron bajo las aguas
del Rin, podía estar en el Yuruari y el viaje de Carl Gerldner en 1868 tuvo
mucho que ver con esto.
A Ella, no
obstante su rostro interesante, compañeros de clase la apodaban “La Neurona” porque toda ella era alborotada, un
terremoto, un movimiento sísmico sin pausa, como si las dendritas y axones
hubieran perdido su equilibrio y estuviesen a punto de fundirse los filamentos
terminales.
En los
tribunales bolivarenses de los años cuarenta todavía las mujeres no soñaban con
ser jueces; sin embargo, había un magistrado que tenía nombre de mujer puesto
que los parroquianos lo llamaban Némesis `porque según ellos sabía repartir
condenas y absoluciones según el merecimiento de cada enjuiciado.
Era tan imponente y atractivo que su amor se agotó en sí mismo, no alcanzó
para Ella que sucumbió de pena mientras él reflejado en un lago apacible y
transparente se transformó en flor.
En una humilde
cesta de mimbre navegó por el Nilo el cuerpo del recién nacido hasta vararse en
el pecho de la hija del Faraón que lo amamantó hasta ser un hebreo cabal capaz
de conducir a su pueblo hasta la tierra
prometida.
Apenas diecisiete
años y falleció fulminado por la impiedad de un asalto mortal, pero sus
órganos prolongaron en cierto modo su vida en cinco personas ajenas e
ignorantes de aquella desgracia trágica,
Mucho más que
Hernán Cortés, fue la superstición lo que acabó con el Imperio Azteca encarnado
en Moctezuma Segundo, pero sus súbditos no lo perdonaron y lo derribaron con la
honda de David.
Rosita, la hija
de mi tía Juanita, auxiliaba su memoria, siempre distraída, con un nudo en una
de la puntas de su pañuelo o con un hilo en forma de lazito en el dedo índice de su mano.