Ramón Isidro
Montes cada vez que se refería al Teatro Bolívar lo señalaba como el “templo de
Talía”. Seguro que si en la ciudad de
entonces hubiese habido un escultor le habría encargado para su dintel un busto
de la divina musa luciendo su máscara y diadema de hiedra.
Todo escritor, enriquece a quien lo lee, y rescata para otros un po9co de3 si mismos. La vibora voladora
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