El perro expulsado por los herederos de la casa de sus amos muertos, agotado de tanto andar y husmear en los basureros, se tendió junto a una rústica cerca y un mendigo que andaba en lo mismo se inclinó a descansar junto al perro y soñoliento lo tomó de almohada. Al amanecer ambos despertaron asombrados uno del otro, pero terminaron haciéndose amigos y lazarillo el perro del mendigo.
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