En forma de mutuo reproche acalorado, me tocó escuchar este diálogo entre el despreciable Byron y la ingenua Catalina: Yo, es cierto, utilizó el arma del sicario contra mis semejantes sin importar quiénes son, pero tú, utilizas las armas del erotismo vulgar contra ti misma y la moral pública. Ambos somos desechos de la sociedad, pero tú más que yo dado que tengo la justificación de Magdalena, pero a ti ¿quién te justifica?
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