Se hallaba de
improviso en el Aeropuerto cuando un avión de salvamento se aprestaba volar a
las cercanías de Canaima ante la alarma de
veinte turistas muertos en un siniestro aeronáutico. Como buen reportero logró cupo en el avión
pero desprovisto de sus herramientas de trabajo. Ya en el sitio apartó su alma desconcertada
por el dolor y despojó a turistas de sus cámaras, bolígrafos y libretas para que
fuese posible al día siguiente la ilustrada narración del suceso.
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