Roseliana
era la mujer que hacía las arepas más solicitadas. A mi padre le agradaban
tanto las arepas de maíz pilado que terminó enamorado de Roseliana y con ella
concibió a Saturnino que creció y murió hundido en el espejismo de la salineta donde
solía recrear las imágenes de su fértil fantasía.
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