miércoles, 31 de diciembre de 2014

Rosalinda


Era el llanero un jugador empedernido.  Jugaba más por vicio que por ambición. Un mal día lo perdió todo, hasta la vergüenza, pues tuvo el brío de apostar su mujer, con la buena fortuna de recuperarlo todo aunque perdió definitivamente el impulso lúdico.  Ahora sólo juega a los dados del amor.

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