Escuchó
atentamente el redoblar de un tambor.
Buscó por todas partes y halló un Carpintero alado picoteando el tallo de un árbol y con su lengüeta arponeando los insectos refugiados en los
pliegues de la corteza. Una vez satisfecho sintió que la madera era buena para
su covacha y la barrenó hasta quedarse habitando hasta el fatal día del
talador. Entonces ya no era el redoble
de un tambor sino la percusión de un bombo.
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