Así, como la
planta herbácea, se llamaba ella, tal vez por ser delgada y de cabellera rubia. La más atractiva
del pueblo era y muy parecida a un hada cuando luego de viajar por la región
ecuatorial africana, retornó de la mano con un príncipe pigmeo que solía cubrir el día
pescando en el mar y cazando cangrejos rojos que parecían arañas, atascados en la arena de la playa bajo la asombrada mirada de la chiquillería.
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