Albert se
hallaba en el templo y de repente una ráfaga de viento hizo que una de las
barritas de una enorme araña de cristal
que pendía del techo, cayera en sus manos. Salió hacia fuera y se puso a través del
prisma a lograr una cita con el Sol. Un
arcoíris de colores invadió entonces su retina alcanzando al mundo de la
chiquillería que ahora debe rendir cuenta
de la desaparición de la fastuosa araña que según el cura párroco databa
del siglo diecisiete.
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