El Loro de oro
El dueño de un bar, desesperado por la cuenta telefónica, se compró un Loro que enseñó a gritar como charro tapatío mientras lo alimentaba con cerezas de los cócteles que dejaban sus clientes. Cuando a uno de ellos se le ocurría usar el teléfono el papagayo se le ponía eufórico y la comunicación se interrumpía. Más tarde se descubrió que el tono del grito del loro ebrio se ponía en la misma frecuencia de instruir a la Computadora para que desconecte la línea, registre el tiempo y haga el cálculo para la cuenta.(AF)
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