El padre no quería perder a su hija ni siquiera en matrimonio. Separarse de ella por cualquier motivo equivalía a su muerte, de manera que cuando supo que su hija eligió casarse con el pescador que había conocido en un festival de la Universidad, se puso furioso y publicó una nota necrológica en el periódico local invitando a sus amigos a los funerales de su hija. Ella, ni corta ni perezosa, tras casarse en la ciudad donde estudiaba, retornó a su pueblo a pasar la luna de miel e igualmente publicó otra nota luctuosa agradeciendo a quienes habían asistido a sus “funerales”.
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