En el Teatro Bolívar disfrutando la ópera de
un tour dramático llegado a la ciudad, se hallaba doña Domitila sentada en una
de las butacas de primera fila cuando en un reacomodo echó la cabeza hacia atrás. Su
peluca cayó como un animal peludo, en las rodillas de un italiano amante de la lírica que estaba sentado detrás. El espantado caballero dio un alarido que apagó el momento dramático de la Tosca
de Puccini.
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