Mi amigo “El Egipcio” de la calle Los Culíes, me visitó al siguiente
día de haberme casado y me pidió permiso para colocarnos en el curso de un rito
unas tijeras abiertas con el fin de alejar los
hechizos. Como en la boda escuchó a
mi esposa cantar, me dijo que podía cantar en lo sucesivo con voz cristalina si
besaba el vientre de una rana. A propósito mi esposa me contó que en la noche de
la boda una muchacha le pellizcó el brazo y al preguntarle por qué lo hacía
explicó que El Egipcio le había dicho que de esa manera se prometería
en el año en curso y que antes, cuando sufrió de fiebre alta, la mandó zambullirse siete veces en el Orinoco, lo cual
hizo en el Playón de La Cocuyera y por
milagro se le quitó la fiebre. El mismo
señor le hizo agujerear los lóbulos de
la oreja de su hermanito porque le
garantizaba una existencia muy feliz
y prolongada.
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