Elmar Eider, de ocho años de edad, es mi
vecino de la calle Dalla Costa. Hace tres años, cuando sólo contaba
cinco de edad, se entretenía en sus ratos de
ocio con un original pasatiempo: los números.
Su pasión fue tan absorbente que,
en la actualidad, domina a la perfección no sólo la aritmética elemental,
sino también la matemática, el álgebra, la trigonometría
y el cálculo integral. A pesar de su seriedad, Elmar es un niño normal a juzgar por sus juegos con los compañeros de escuela; pero, cuando abre sus libros y penetra en el fascinante mundo de los números, desaparece por completo cuanto lo rodea. La lectura favorita del pequeño es la Física, la geometría
analítica, los logaritmos. Los lee como
cualquier otro chiquillo echado boca abajo en el suelo devorando
revistas de historietas.
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