Juan Gil tenía un Gato Negro en su depósito de mercancías y la
gente atribuía al felino poderes mágicos
que seguramente trasmitía al comerciante para que siempre tuviese buena fortuna
en sus negocios. Para probar si era verdad, el travieso Abdón, hijo de Martina,
se las ingenió para localizar al gato y matarlo de una certera pedrada en la
frente disparada con onda. Lo cierto es que Juan Gil se vio afectado por
la depresión económica de 1929, pero la gente tercamente lo atribuía a la
muerte del gato negro.
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