El Río Padre se
levantó una madrugada de agosto y visitó la casa ribereña de la culisa Julia González,
lamió los flecos de la hamaca donde dormía, puso a navegar las ollas de la cocina
e incluso la petaca de la ropa desteñida.
Luego satisfecho de su particular admonición regresó a la cueva de la culebra
de siete cabezas.
EXCELENTE!
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