Clorinda era una doña generosamente servicial, afamada en el vecindario por los suculentos "pelaos" y hervidos de gallina que cocinaba apegada a la tradicional receta de sus abuelos. Por supuesto, luego de animada farra con música a todo viento, allá iban en busca de su servicio con sus gallinas desplumadas los parranderos, ignorando ella bajo el colmo de la ingeuidad, que muchas de esas gallinas habían sido sustraidas de su gallinero.
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