martes, 22 de enero de 2013

La niña oligofrénica que maullía en el escaparate

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Rebeca escasamente sabía del sol y del amor paternal. Sólo de las sombras y del aire viciado del escaparate. Para ella, los juguetes de la infancia no existían mientras permanecía allí en el escaparate períodos largos en cuclillas, padeciendo el silencio de la espera y los simples latidos de sus vísceras.

Tenía Rebeca apenas nueve años y desde que sus padres descubrieron que no era desenvuelta, parlanchina, alegre y traviesa como el común de los niños, se avergonzaron de ella y para que no denunciara su retardo la ocultaban dentro de aquel armario cada vez que debían salir o llegaba alguien de visita.

Rebeca, mientras permanecía encerrada, lloraba y su llanto era un lamento que un día imprevisto su prima Dolores, quien llegaba de lejos por sorpresa, percibió como el maullido de un gato. Cuando abrió la puerta del armario, el gato o la rana o la niña, con todos sus olores, se le metió como un huracán por los ojos y le batió el alma. Dolores sudó fría cuando vio que la niña, sentada en sus propios excrementos, procuraba salir moviéndose como una rana. Desde entonces, Rebeca no perturba a las buenas visitas ni maúlla ni salta como un anuro. Se recupera. Ha crecido y aumentado algunos kilos. Un Juez de menores ejerce su custodia mientras sus padres pagan una fuerte condena.

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