Rodar, volar, pedalear un biciclo como el que tiene su vecinito que nunca se salta una tarde restregando su sillín. Eso era lo que el chico anhelaba porque ya estaba aburrido de esa patineta cojitranca y desgastada. De buena gana la metería en el aljibe del patio de aquella casa abandonada y cuando mamá le preguntara podría variar el cuento con el cual lo han tenido siempre engatusado: Seguro que se la llevó San Nicolás para traer de vuelta la bicicleta. Y siempre sería lo mismo: No te quejes David que Dios tarda pero llega. Y mira que un día de verdad llegó la bicicleta y su madre la guardó en la casa vecina para que de allí emergiera como sorpresa de cumpleaños. Pero la familia vecina se fue de viaje el día en que la casa de David estaba sola, por lo que no le quedó más remedio que dejar la bicicleta recostada de la puerta de la calle. Cuando David regresó de la escuela, llamó, como un buen chico, a la policía y esta de inmediato se llevo un accidentado y rodante regalo de cumpleaños.
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