Jesús Manuel, tras cortejar en calidad de novio a Natividad, se alistó
de marino en un velero que se eternizó
navegando de puerto en puerto sin poder recalar
al punto de origen. Natividad, confiando su esperanza en el azar,
le escribía apasionadas cartas de amor metidas en botellas que luego lanzaba
al mar, pero jamás hubo un mensaje de su amado sino de muchos marinos, uno de los cuales se arriesgó desde
alta mar a impedir que se marchitara el
amor de la novia abandonada.
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