La Madre se hallaba en el campo
procurando leña y había dejado a su niño recién nacido durmiendo en estera, al
cuidado de una Cieguita cuyo radar no
pudo captar a tempo que una corriente de hormigas negras invadía el cuerpo del
bebé. La cieguita al tratar de calmar al
niño que había estallado en llanto, se dio cuenta de lo que le ocurría por el
hormigueo en sus manos y corrió a la
calle gritando y orando al Santo Niño de Atocha. Los vecinos acudieron muy angustiados y
solidarios. Ahora, ya crecido y soñador, admiran al niño y lo acarician como oráculo de la buena
suerte.
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