lunes, 11 de noviembre de 2013

La Llorona

Había llorado tanto por su hijo muerto que ya no le quedaban lágrimas para regar la lánguida mata de su cuerpo.  Había quedado tan seca como el leño que los labriegos utilizan  para alimentar el fuego.  Esos mismos labriegos que a través de las edades han venido dando pábulo a la leyenda según la cual, en noche sin luna,  se oye el llanto de la Madre que despeja las sombras en busca de su hijo.

                                                        @Piocid


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