“Mejor muerta que no hablar”, respondía sentenciosa doña Facunda cada vez que algún familiar la reprochaba. Y
es que ella era una conversadora facunda
y fecunda hasta que sufrió lo que le ocurrió.
El tiempo del silencio jamás existió para ella. Hablaba muchas veces sola cuando no tenía con
quien. Cuanta persona pasaba por su
lado, la plantaba con una larga y extensa conversación hasta el día fatal que
tras un accidente cardiovascular quedó paralizada. “Si, maldita chismosa”, fue lo único y último
que pudo balbucear días después, antes de morir, cuando alguien que la conocía
bien la saludó con esta irónica broma familia: ¿Qué te pasó, Facunda, cómo que
se te trabó la lengua?
@Piocid
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