Baduel entraba a la Sacristía por
la puerta posterior de la Catedral y saludaba eufórico: ¡Hola, Príncipe! ¡Hola,
Princesa! Otro día, más eufórico ascendía a sus benefactores: ¡Hola, Rey!,
¡Hola, Reina!, pero en tiempo de Luna llena, el saludo era más enajenado: ¡Hola, Loco!, !Hola, Loca! De todas maneras, Monseñor Pinto le alargaban
la mesada, igual hacía Iris, la secretaria.
Luego, Baduel se persignaba y tomaba de nuevo la calle a grandes
trancos.
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