La pasión de Cinthia por el baile era infinita. Danzaba sobre una nube iluminada por el
arcoíris de una tarde de abril con sus brazos gráciles extendidos hacia lo
inconmensurable cuando decidió morir temprano antes que el rayo de la tormenta
la fulminara. Habría podido sobrevivir,
pero la incertidumbre la obligó a caer como golondrina viajera y sin alero con las alas rotas.
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