martes, 22 de octubre de 2013

Do, re, mi fa, sol la si, do


El folleto de aprender a solfear  lo escondí en mi pobre maleta, pero la fisgona María Luisa descubrió mi egoísta travesura que el Padre castigó con una solemne bofetada tan recia y rancia como la que estallaba en mi mejilla cada vez que su copa de la sal de fruta no quedaba bien lavada.

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