Juan Bolívar, piloto de
helicóptero, desde que oyó hablar de la ciudad dorada perdida en la selva de
Guayana, acaso fundada por el hijo menor del gran inca Túpac Amaru, no dejó de
aprovechar oportunidad para sobrevolar la extensa selva en busca de la ciudad
perdida. Un día quiso que lo acompañara
en esa misión ilusa y lo complací, más lleno de miedo que de curiosidad, sobre
todo cuando posaba su nave sobre algún Tepuy lleno de turbulencias. Regresamos agotados de tanto ajetreo
aeronáutico despertando los más diversos comentarios. “Este como que terminará estrellado contra alguna
meseta”. Sin embargo, no sucedió exactamente
así. El Indio de Camurica, como lo
apodaban, murió en tierra, estrellado contra un minotauro de cuatro ruedas.
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