El Corresponsal se hallaba en el
Terminal del aeropuerto, desprovisto de sus habituales herramientas de trabajo
(bolígrafo, libreta, cámara fotográfica). De repente oyó por los altavoces que
un avión DC-3, cargado de turistas, se precipitó a tierra en las inmediaciones
de la paradisiaca laguna de Canaima. El
corresponsal inquieto por llegar de primero al lugar del siniestro, fue
aceptado en el avión de Búsqueda y Salvamento dispuesto para despegar. Al llegar y caminar largo entre breñas y lagartos,
sin tiempo para llorar ante aquella escena desgarradora de cuerpos esparcidos y
mortalmente yacentes, los despojó de lo necesario para poder cubrir periodísticamente aquella tragedia.
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