miércoles, 16 de octubre de 2013

La traga libros

Lorenza se tragaba los libros sin digerirlos.  Al fin, ¿con quién podía comentarlos si vivía cautiva en el cautiverio tradicional del matrimonio?  Solía ver a Ulises cuando retornaba de sus prolongados viajes marítimos. El libro prestado era su alimento espiritual y yo, ahijado de su marido, su único proveedor hasta agotarse todos los ejemplares de mi humilde biblioteca.  Recuerdo haberle prestado el mismo libro 150 veces hasta que me reclamó con aquella dulzura característica: “Américo, hasta cuando me vas a prestar el autorretrato de Giovanni Papini (“Un hombre acabado”)

No hay comentarios:

Publicar un comentario