Juanito, niño inquieto y
travieso, se alejó una mañana de su casa y se internó en el bosque
cercano. Tomó una senda que lo condujo a
una mansión inhabitada que logró penetrar hasta maravillarse en uno de sus
espacios con una barra de oro resplandeciente.
El niño la acarició y apreció que era grande y pesada en comparación con
su fuerza y tamaño. Regresó a su hogar
para dar la nueva buena y solicitar ayuda.
Ayuda inútil porque la barra dorada había desaparecido al despertar
súbitamente en la mansión soñada.
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